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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XIX) Período Intermedio Temprano – Recuay

Publicado: 2012-08-17

El estilo Recuay se desarrolló sobre todo en el  Callejón de Huaylas, con  prolongaciones hacia la costa, entre el 100 y el 600 d.C. Se le llama también  cultura o estilo Huaylas; su centro de difusión parece haber sido el sector del río Santa cercano a la Costa, desde donde llegaría a influir sobre Virú y Moche. La cerámica Recuay muestra una variedad de formas entre las que predominan representaciones plásticas antropo-zoomórficas, de motivos míticos, como el dios sacrificador que porta una cabeza trofeo en una mano y un cuchillo ceremonial en la otra; un  personaje bebiendo sangre de animales sacrificados; un jaguar atacando a un  hombre; personajes acompañados de motivos iconográficos zoomorfos; felinos,  camélidos, serpientes, aves, ollas y cántaros; muchas de las formas de estas vasijas presentan constitución de “paccha”, es decir, de un receptáculo de líquido con salida a través de un angosto pico, que se asemeja a una cascada. Aparecen, representados en la cerámica de esta época y estilo, una serie de especialistas: sacerdotes, guerreros, ofertantes u oficiantes de ritos, o en actitud de danzar en torno a un personaje central,   además, es bastante común que salga del recipiente, un delgado pico ubicado en la base del alfar, por donde el celebrante de un ritual de consumo de agua o chicha (aja), recibía un chorro del líquido. Otras escenas mostradas en estos alfares, presentan músicos, y hay también la aparición de sacerdotes en prácticas sexuales, probablemente como parte de un ritual de fertilidad o de réplica de la hierogamia entre el sol y la luna. Hay representación de cadáveres devorados por cóndores o buitres, probablemente condenados por cierto tipo de delitos o prisioneros de guerra sacrificados a los dioses. Una cierta cantidad de las vasijas –como lo decimos arriba- son pacchas, es decir, vasos especiales con ductos para la salida de los líquidos, de formas elaboradas, de uno, dos o más cuerpos, destinados a libaciones ceremoniales. Generalmente ornamentados con pintura a pincel en colores blanco, rojo y negro.

Con referencia a la Cultura Recuay, Mario Polía, informa que: “… La cultura Recuay, toma el nombre de su homónima población, y ha sido llamada también Copa y Huaylas. Su centro de difusión parece haber sido la porción del Valle del Río Santa próximo a  la costa (hipótesis de R. Larco Hoyle), donde esta expresión estilística recibe los influjos de la cerámica del valle de Virú., del estilo Vicús y de  Moche… la cerámica Recuay presenta una considerable de formas con predominio de representaciones plásticas antropo-zoomorfas de motivos míticos, como el dios sacrificador con cabeza trofeo; el dios que bebe de un recipiente la sangre de un animal sacrificado; un jaguar que asalta a un hombre; personajes flanqueados por motivos iconográficos zoomorfos como serpientes, jaguares, aves. Una serie de personajes en bulto representando guerreros, sacerdotes y participantes –especialmente femeninos- en actos de ofrenda de ciertos cultos, o mientras ofician una ceremonia llevando en las manos vasos, o en actitud de danzar en torno a un personaje principal. En otras escenas, personajes secundarios tocan instrumentos musicales en torno a un personaje de mayor rango. No faltan representaciones pláticas de acoplamiento entre un sacerdote y una mujer, quizá en el ámbito de cultos a la fertilidad, o escenas de hierogamia entre dos divinidades (Sol y Luna/Sol y Tierra). Otros vasos traen a un personaje, probablemente un sacerdote, con una llama. Existen representaciones de cadáveres devorados por un cóndor, quizá prisioneros de guerra, o también de articulaciones separadas del cuerpo, que parecieran documentar el desmembramiento de víctimas de sacrificios. Importante número de alfares forman parte de la categoría de las pacchas, vasos ceremoniales de forma más o menos elaborada, de uno o más cuerpos, des tinados a libaciones, en los cuales el líquido (agua, chicha de maíz), corre a través de vertederos, orificios o canales de recorrido más o menos complicado… La pintura sobre cerámica usa de los colores blanco, tojo y negro…”

La cultura Recuay, por otra parte, se caracteriza además por un florecimiento de esculturas líticas, algo toscamente ejecutadas por cierto, ubicándose sobre todo en territorio de la Cordillera Negra y a lo largo del valle del río Santa. Es claro que se empleaba un cierto control vertical de los diversos pisos ecológicos, teniéndose como centro de actividad la zona quechua, pero alcanzándose sectores costeros, especialmente en la parte baja de los ríos Chuquicara, Nepeña, Chao, Santa, acompañándose de una cerámica de color blanco, a base de caolinita, con decoración de colores marrón oscuro, rojo o negro, a pincel, cuyos antecedentes iconográficos parecen proceder del arte mochica, como se puede deducir de los diseños pintados hallados en la Huaca El Brujo, de Magdalena de Cao, en el valle del Chicama. Está aceptada la presencia de un  centro de actividad  principal de los recuay, en la zona quechua, pero alcanzándose también otros sectores, acompañándose de una cerámica con decoración a pincel de colores oscuros sobre blanco, muchas veces de dos cuerpos. La cerámica Recuay está constituida fundamentalmente por ollas o tazas trípodes, muchas veces con mango corniforme, similares a los mangos de los cancheros mochicas, cántaros escultóricos toscamente figurados o geométricos, muchas veces con escenas en relieve o en bulto, que en la parte superior de la vasija, suelen traer golletes estribo o un asa puente o -más frecuentemente-, un gollete cilíndrico de boca expandida; la decoración pintada es a base de diseños en color negro o en negativo, a los que se sobrepone pintura de un color rojo tenue. Los motivos suelen ser geométricos o son representaciones fantásticas, zoomórficas, de común se trata de un monstruo visto de perfil con hocico largo, dientes visibles, con un apéndice ofídico que surge de la frente o de la nariz del personaje y que se proyecta hacia atrás por el lomo del ser, emparentado con ciertas representaciones mochicas, especialmente con las pinturas murales ubicadas en Cao Viejo (El Brujo).

La cultura Recuay se define fundamentalmente por su alfarería de ofrenda funeraria, hecha de caolinita, modelada, que trae pintura roja y negra, siendo la cerámica utilitaria, tanto de color blanco como de pasta roja y pintura negra. Las esculturas líticas por su parte, muestran guerreros, mujeres, animales y seres sobrenaturales, además de cabezas clavas antropomorfas. Hay felinos recostados, caras con apéndices, un animal bicéfalo mítico, guerreros con mazas, escudos, cabezas trofeo, así como tríos de figuras en los que el personaje central suele ser un hombre flanqueado por dos felinos, probablemente figuración fantasiosa de la formación estelar a la que llamamos el “Cinturón de Orión” o las “Tres María”. La alfarería Recuay muestra una amplia variedad de formas escultóricas, presentando sus vasijas, de común, un asa plana que une dos picos divergentes, también hay abundante uso del asa estribo y algunas vasijas muestran una amplia boca expandida. Entre los motivos pictóricos preponderan felinos, camélidos, sierpes y personajes antropomorfos, casi siempre de gran realismo. Hay también seres mitológicos estilizados y cabezas trofeo. Se muestra abundantemente una serie de diseños geométricos, que complementan y enmarcan la decoración naturalista.

Los motivos en negativo están pintados en las vasijas que traen además formas escultóricas con apéndices cefálicos complejos, hay también criaturas  fantásticas con cabezas a ambos lados del cuerpo, formas aladas con fauces dentadas, algunas con dos cuerpos que comparten la cabeza y también hay figuras de cuyos cuerpos y fauces emanan otras criaturas, a las que Makowski ha querido reducir a tres divinidades: “divinidad radiante”, “dragón” y “serpiente bicéfala”. Podemos, con poco esfuerzo, reconocer en este arte, una gran variedad de seres, tratados en negativo, que no son naturales, mientras que las figuras escultóricas corresponden a animales o a seres humanos, que pertenecen al mundo real. En la cosmovisión Recuay, las figuras en negativo se asocian con específicos entornos iconográficos, como ocurre sobre todo con la  cara humana circular endentada, que solo encontramos en este estilo. Se relaciona con Recuay además, como ya lo mencionamos, una abundante producción escultórica en piedra mostrando en bulto la cabeza y el cuerpo de personajes antropomorfos, mientras que las extremidades se señalan por relieves. Territorialmente, además del Callejón de Huaylas, hay que añadir a esta forma cultural las partes altas de los valles del Fortaleza,  Huarmey, Casma, Nepeña, Lacramarca y Santa, sectores de la provincia de Pallasca y de la cuenca del Mosna. Su ubicación temporal corresponde aproximadamente a 300-600 d.C. y es evidente que recibió, al final, fuerte influencia Wari-Tiwanaku. De esta época tenemos esculturas líticas difundidas en todo el Callejón de Huaylas, en el de los Conchucos y en Aija. Por lo general, se trata de guerreros sentados, con las piernas cruzadas, portando armas, escudos y cabezas trofeo.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)