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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XXVIII) – Intermedio Tardio - Señorio Chimu

Publicado: 2012-10-02

Donde antes estuvieron establecidos los mochicas, aparecerá el llamado Señorío Chimú, después de la desaparición del estado Wari Tiwanaku, nuevo período éste caracterizado por la presencia de una cerámica escultórica,predominantemente de color negro y por lo general con asa estribo, muchas veces con paneles rectangulares en el tercio superior de la vasija, decorados en relieve con uso de moldes, abundando la llamada “piel de ganso” a base de pequeños puntos resaltados, en alfares que muestran corrientemente bases apedestaladas; en la arquitectura se observan construcciones templarias de forma piramidal escalonada, con dominio de la decoración muraria en relieve, sobre todo en ciudades con barrios amurallados y diferenciados unos de otros, y en edificios aislados de corte sacralizado. La metalurgia, con abundantes ejemplos, ofrece ahora notables logros, contándose con altos vasos de plata repujados o decorados por martillado sobre moldes de madera, o parcialmente de plata y cobre, o también de plata y oro, de conformidad a criterios de una ideología que entendía al mundo como dividido en dos, diferentes y complementarias partes; la talla en madera de la época, logra personajes humanos con gran minuciosidad en los detalles del vestuario, que muestra decoración pintada a pincel o portando placas metálicas aplicadas –en su mayoría de oro o plata-, o de conchas recortadas, sujetadas con brea, en tamaños que pueden corresponder a maquetas o marionetas, con las que seguramente se representaban escenas de carácter histórico o mítico, enaltecedoras de las hazañas de los gobernantes o de sus héroes culturales, así como una especie de modelos de casas y otros edificios. La decoración mural en relieve, muestra tanto diseños propios como algunos derivados probablemente del área de Ayacucho, reminiscencias de la época del dominio Wari-Tiwanaku en la zona.

Al igual que con los lambayeque, de la misma época aunque más al norte, una tradición oral nos habla del origen mítico del Señorío Chimú a partir de Tacaynamo, héroe culturizador venido por mar y procedente de otras tierras, quien llega navegando en balsas al territorio del valle de Santa Catalina (Moche), en el área de Trujillo. De todos modos, la organización de la sociedad en esta época muestra la herencia Wari-Tiwanaku en la estructura y forma general de sus poblaciones: Chan Chan, Pacatnamú, Manchán, Farfán, desde el valle del Rímac hasta Piura. No parece haberse alcanzado las partes altas de los valles, limitándose a ocupar la costa y parte de los valles medios, en contacto con las organizaciones señoriales de Cajamarca-Huamachuco, Recuay y otras, con las que se mantenían relaciones comerciales de intercambio, sobre todo con las gentes de Cajamarca, las serranías de La Libertad, Huamachuco, Lambayeque y otras más, aunque es probable la existencia de algunos conflictos de corte guerrero entre ellas, en diversos momentos. Los paramentos de los edificios están decorados con motivos elaborados, muchos de ellos con diseños de clara influencia ayacuchana y se observan formas urbanas que recuerdan a Wari. Los organismos urbanos están delimitados por altas murallas que aíslan un grupo de otro y crean microclimas al interior de los conjuntos. El desarrollo y expansión del Señorío Chimú se detuvo finalmente, por la presencia de los incas, que concluyeron por conquistar y desestructurar a este estado regional. Al llegar los españoles a nuestras costas, aún quedaban testimonios visibles del proceso autónomo y se mantenían vivas algunas tradiciones lugareñas, incluso debieron encontrarse algunos sobrevivientes de la época anterior, que conservaban en cierta medida las tradiciones locales preincaicas.

Para sus construcciones, especialmente de prestigio, los chimús emplearon adobes de corte tronco-cónico, hechos en molde elástico, quizá de paja trenzada, cuya base era más ancha y más larga que la parte superior. No había un patrón fijo de medidas, usándose pulgadas, codos, jemes, manos, pies, por lo que los adobes no pueden superponerse adecuadamente en una pared, entre una hilada y la otra, quedando espacios vacíos de una hilera a la siguiente; los lados de los muros eran inclinados y no se lograba –ni se intentaba- la verticalidad de los paramentos externos por lo menos,  los paredes que  iban recubiertas por una gruesa capa de barro a modo de enlucido, que disimulaba las irregularidad constructivas. Con todo, se lograban altas murallas, de corte trapezoidal, con la base ancha –hasta más de 4 m- que alcanzaban hasta los 12 m de alto, siendo el remate bastante estrecho (0.70 m), pero que podía convertirse ocasionalmente en camino de ronda epimural. Al centro de los altos muros de cinta, se observan largas cañas de Guayaquil, que sobresalen, constituyendo una línea de mira colocada en el interior de las más importantes paredes. Parecería no haberse usado la plomada, aunque algunos muros dentro del conjunto son bastante verticales. Las bases de los paramentos muestran comúnmente un grueso cimiento de grandes bloques pétreos, cantos rodados de buen tamaño, sin modificación alguna, encima de los cuales se colocaba un conglomerado de piedras menudas y tierra arcillosa a modo de concreto, sostenido por colocados en la cara externa, lográndose impermeabilizar la parte inferior de la pared, sobre la que se levantan los muros de adobe, probablemente por tratarse de terrenos pantanosos que se fueron drenando con el tiempo, es decir que se contaba con un sistema de cimientos y sobrecimientos sobre el que se colocaban los muros. Altas murallas de cinta delimitaban grandes espacios rectangulares, salvo en el llamado palacio o ciudadela Tschudi, en la que el plano adopta una forma de L, con una saliente al suroeste. La orientación general de los conjuntos es hacia el noreste, con una puerta de acceso en la parte media del frente, entrada que era custodiada permanentemente por guardianes mágicos, conformados por figuras antropomorfas, de madera tallada y pintada, representando personajes con bonete cuadrangular, con las puntas hacia arriba, colocados en grupos de tres o cuatro pares a ambos lados de la abertura, en largas y estrechas hornacinas verticales. El interior de los conjuntos presenta callejas que cortan en bloques, probablemente funcionales, al espacio construido.

Los templetes o audiencias, se agrupan hacia un sector, mientras que otra área está conformada por depósitos cuadrangulares con techos a dos aguas y una puerta-ventana, cuya base se ubica a un metro del piso. De la parte media hacia el fondo del conjunto se repiten, en menor escala, las mismas estructuras, ya que siempre hay un segundo patio que, al igual que el primero, está rodeado por una banqueta en tres de sus lados, con una puerta de acceso central y, al lado opuesto, otra, colocada a un nivel más elevado, a la que se llega subiendo por una rampa de poca alzada. Sobre la banqueta y en las portadas aparecen figuras labradas en el revoque, con huellas de haber estado pintadas en varios colores, aunque pareciera haberse preferido un amarillento. Detrás de los muros de cinta aparecen largos y estrechos corredores, casi siempre con banquetas a los lados, que posibilitan la comunicación con sectores diversos, por ambos lados del rectángulo. Entre las varias estructuras internas de estos “palacios” aparecen los “huachaques”, es decir, amplios pozos artesianos, cuadrangulares o rectangulares. En Tschudi el estanque alcanza a los 110 m de largo por unos 60 m de ancho. Se llegaba a la superficie del agua mediante escalones y rampas de poco peralte, que se van estrechando hacia abajo,  y que permiten el paso de las gentes, paso que desciende casi en caracol hasta llegar a la napa de agua, la que presenta cierto grado de salinidad. El revoque de las paredes internas muestra por trechos, pulimento logrado con piedras calentadas al fuego, a manera de rústicas planchas, lográndose sublimar las sales que impregnaban los muros, conformándose el denominado “cemento de Sorel”. El revoque aparece en ciertos puntos, recortado con esteques, presentando diseños de formas geométricas o de figuras alegóricas. Las estructuras de tres paredes a las que hemos llamado “templetes” o “audiencias” –como las designan los arqueólogos norteamericanos que han trabajado en la zona-, muestran hornacinas cuadrangulares excavadas en los muros laterales y en el de fondo, y no existe pared anterior. Los dibujos se muestran cubiertos con pintura amarilla o blanca, con rezagos de brochazos de colores verde, azul y negro por sectores.

La decoración parietal, tanto en relieve como pintada,  se realizó evidentemente en varias oportunidades. En las Huacas La Esmeralda, Arco Iris (Dragón o Cien Pies) y Tacaynamo (Chore), parece haberse recubierto el diseño en tres oportunidades por lo menos. La capa más profunda y más antigua, muestra preferencia por formas rectilíneas geometrizantes, la capa intermedia trae más figuras curvilíneas y la tercera, o superior y última capa -especialmente en Tacaynamo-, corresponde a una escenografía abigarrada, de varios personajes que no se ha podido reconstruir mayormente, por el estado de fragmentación extrema que muestran los residuos rescatados. Los diseños de la decoración mural, en su mayoría, son ornitomorfos o de peces, con pocas figuras humanas, y algunas de cánidos, felinos o camélidos, en plano relieve; en ciertos sectores se ha intentado conseguir formas en bulto, mediante el agregado de una espesa masa del mismo material que el revoque, como ocurre en los diseños de cabezas y cuerpos de algunas aves ubicados en muros de Tschudi; una característica de los diseños, es que al llegar a los ángulos internos, siguen sin cortarse, pues la figura continúa en la pared siguiente como si el paño murario prosiguiese, así hay colas de aves en un lado del recinto, mientras que el resto del cuerpo se encuentra en el paño siguiente; es decir, se trata de un patrón dimensional,  numérico y estético que aún no se ha logrado descifrar, pero que no sigue nuestros criterios actuales. Los adobes, en términos generales,  son de buena consistencia y de color amarillento en su mayoría, aunque hay algunos más oscuros, que parecieran haber sido preparados a base de limo de pantano o de fondo de laguna. Por la forma de superponerlos, pareciera que los muros se construyeron por el sistema de mitas, pues las paredes aparecen muchas veces segmentadas verticalmente, cubiertas por el enlucido final, pero evidentemente constituyendo así un elemento estructural de desequilibrio y fractura del paramento. La sujeción de los componentes de las paredes, no suele ser la adecuada, sobre todo por la existencia de espacios vacíos entre los adobes, a donde no alcanza a penetrar la argamasa de sujeción, lo que posibilita también su degradación, a lo que debe añadirse los ocasionales eventos El Niño, cuyas fuertes lluvias provocaron, en varias oportunidades, caídas de parte de los muros y erosión de las cumbreras de los mismos, los que fueron reparados en más de una oportunidad, aparentemente sin mayor cuidado técnico o estético, en forma apresurada diríamos.

En algunos puntos se observan cortes e incisiones figurativas, al estilo de los “graffitis” modernos. En Tschudi se ubicaron algunos de estos diseños que parecieran en varios casos que fueron  hechos por niños, especialmente uno en el corredor de las aves y los peces, en que aparece un pez con un rostro humanoide triangular. Otros pueden haber sido patrones de ensayo de artistas, bocetos o simples apuntes,  como uno realizado cerca de un ángulo del patio principal representando a un gato marino (anzumo). Frente al estanque, en el primer nivel del camino de acceso al espejo de agua, aparecen varias mariposas, de elegante trazado. Y en el patio de las 24 hornacinas se ubica en el pilono de entrada, en su cara interna, figuras serpentiformes toscamente logradas por incisión. Hay también un uso reiterado de hornacinas empotradas, romboidales o rectangulares, imitando tejidos y/o redes, exornando los muros de algunos de los sectores del conjunto, que a veces traspasan las paredes, conformando entonces una especie de celosías, posibilitando así la circulación del aire en los corredores interiores, al tiempo que proporcionaban entonces, una tenue luminosidad a los pasajes internos, cuando originalmente esos sectores estuvieron techados.  Un tipo de estructuras que aparece claramente en Chan Chan, Pacatnamú, Galindo, Farfán y otros centros de la época, aunque con modelos que vienen desde el Período Intermedio Temprano, corresponde a plataformas funerarias, levantadas en uno de los ángulos posteriores de los grandes recintos. Se trata de plataformas superpuestas que se van rebatiendo hacia el interior y hacia arriba, conformando pirámides truncas, de poca alzada en su mayoría,  cuyo núcleo está perforado por habitáculos destinados a recibir las ofrendas que acompañaban al entierro de un gran señor, colocado al centro de estas estructuras. En el caso de Tschudi, estos recintos pasan de 30 y muestran paredes pulidas; tanto para acceder a la superficie de la plataforma superior como para descender a estos depósitos de ofrendas, se lograba mediante escalinatas labradas en el mismo material de tipo “concreto”que conforma la propia  plataforma funeraria y que procede, sin duda -y en este caso sin duda alguna-, de la excavación del huachaque. La cubierta superior de los cubículos para guardar las ofrendas, se soporta sobre las paredes laterales y la del fondo, sin uso de vigas o columnas, usándose la misma mezcla de arcilla ligosa y piedrecillas que se emplearon como sobrecimientos en los grandes muros que cierran el espacio. Estas plataformas funerarias están separadas  del resto del conjunto por un muro de cinta y presentan rampas en zigzag que permiten el acceso a la parte superior. En Tschudi hay, además, otras estructuras sepulcrales, adosadas a la plataforma central, algunas de ellas de dos pisos, a las que se les ofrendó mullu en polvo, es decir conchas coloreadas molidas, apareciendo el polvillo coloreado resultante, en receptáculos cuadrangulares en la plataforma superior, sobre la cubierta de los espacios sepulcrales.

Las denominadas “audiencias” o “templetes”, son estructuras de tres paredes, abiertas hacia el frente, sobre un patio cerrado situado hacia la parte anterior, estructuras que presentan evidencias de techumbre de vigas y parantes de madera, con cubiertas de caña, de una o dos aguas, o también en forma de domo, que remataban hacia arriba en una capa protectora de barro. Están siempre colocadas en superficies más elevadas que el piso del patio, al habérseles colocado sobre pequeñas plataformas de poca elevación, y hay claras evidencias de antiguas remodelaciones, habiendo variado a lo largo del tiempo, tanto la decoración de los muros como la orientación de estos espacio. Una de estas estructuras, en Tschudi, muestra discos decorando sus paredes, que creemos probablemente puede ser una  representación de la luna llena. En el patio anterior, con otra orientación, aparecen residuos de otra y –a todas luces- más antigua estructura, destruida exprofesamente, cuya decoración consistía en pelícanos conteniendo en el buche un pez, visible gracias a la técnica de la transparencia, técnica que era bastante usada por los artistas chimús. Nada sabemos de este fenómeno de cambio, pudiendo tratarse de una variante de menor cuantía en la religión chimú, pero es sintomático que ello también se encuentre en los otros conjuntos urbanos y templetes de la capital del Señorío. Es posible, además, que esta práctica se deba a la presencia destructora de las lluvias que suelen acompañar al fenómeno El Niño, o podemos especular en que ello se debió quizás a cambios más o menos violentos, en la ideología de las gentes de aquellos tiempos, fenómeno que no conocemos.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)