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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XXXI) – Intermedio Tardio – Lambayeque (Sican)

Publicado: 2012-10-10

Al norte del Señorío de los chimús, los lambayeques repiten los logros de esos otros ocupantes de la costa norte, salvo en lo que se refiere a la cerámica que muestra -en el caso lambayecano- preferencia por vasijas esferoides de color negro, con base pedestal calada con diseños geométricos, que llevan dos largos picos troncocónicos divergentes unidos por asa puente cintada y curvada al centro, que suele mostrar la aplicación de un personaje humano en la parte céntrica; hacia los lados, debajo de la juntura de los picos con el cuerpo, aparecen cabezas de cánidos, con una larga lengua que sobresale del hocico del animal; otra forma de los alfares lambayecanos, es el llamado “Huaco Rey”, que trae la imagen de un gran señor o de un dios, en el gollete que muestra un pico troncocónico recortado, personaje  adornado de orejeras y collarines en relieve, siendo el cuerpo de la vasija una forma esferoidal.

Para Polia, la cultura Lambayeque o Sicán, desarrollada al norte del Señorío Chimú, nos dice que: “Esta antigua cultura de la costa pacífica cuyos fundadores, según el mito, vinieron por el mar, se sitúa en el tiempo entre la declinación de los Moche y la afirmación militar del Reyno Chimú por obra de Minchanzaman, rey de Chan Chan… El objeto arqueológico más conocido de la cultura Lambayeque es el Tumi de Íllimo, un cuchillo sacrificial de oro usado  como insignia de poder, de 42 cm de alto y pesando 992 gr, proveniente de la zona arqueológica de Batán Grande, Ferreñafe... El tumi es una suerte de cuchillo-trinchete típico de las antiguas culturas peruanas (Vicús, Paracas, Nazca, Moche, Chimú, Inca, etc.) de lámina característica labrada intencionalmente, por motivos mítico-rituales, en forma de media luna. El tumi aparece sea en las manos de entidades sobrenaturales (Felino Volador, Dios Decapitador) que en personajes identificables como héroes culturales, guerreros y sacerdotes. La creciente lunar entre los Moche es insignia de personajes, como el Señor de Sipán, y subraya la estrecha relación culto, sacrificio, Luna y agricultura. Sobre el Tumi de Íllimo –conservado en el Museo Nacional de Arqueología y Antropología (Lima)- aparece un personaje con los caracteres distintivos de un sacerdote de alto rango o de un héroe cultural: quizá el mismo Naymlap/Ñaymlap, fundador mítico de la dinastía de los reyes Lambayeque, o Sicán. Lleva una cubierta cefálica, también de forma semilunar, ricamente decorado de motivos geométricos en filigrana dentro de cuyas espirales, asociada a las aguas y a los ciclos estacionales y cósmicos, y entonces también a la Luna –la línea en zig-zag- además de símbolo acuático, y el círculo contorneado de puntos, que es el mismo que aparece en los ornamentos nasales moche y que, quizá, representa a la Luna llena o a la divinidad uránica complementaria: el Sol.  De la cobertura cefálica penden dos figuras de aves. Las orejas están ornadas de orejeras discoidales coronadas de esferas metálicas (como las de los Moche). El rostro, con ojos insertos en diseños que puede derivar de la mancha ocular de un ave, está cubierto con una máscara felínica, u ornitomorfa (Kauffmann, 19939. De la espalda nacen alas estilizadas y sobre el tórax figura una corta camisa (unqu) a franjas. Las alas podrían referirse a una versión del mito de origen, según el cual el héroe Naylamp, al momento de su muerte, voló al cielo. Al brazo porta braceletes y en las piernas perneras ornadas de campanillas. El tumi está decorado con incrustaciones de sodalita, una piedra similar a la turquesa.

“La cerámica se caracteriza por vasos de cuerpo globular, con pedestal tronco-cónico y dos picos divergentes unidos por un asa puente, sobre la cual a menudo aparece aplicado el motivo de una cabeza portando un  casco lunar similar al del personaje del tumi, por lo cual, también en este caso, parecería tratarse del héroe cultural Naylamp. La alfarería, en general, es de color gris o negro –por cochura en horno óxido reduciente- y las paredes son finas… La pintura mural de Úcupe, descubierta por Walter Alva, representa seis personajes con características similares al personaje clave de la mitología Lambayeque: Naymlap... La metalurgia, como la posterior de Chimú, fue técnicamente bastante evolucionada en lo que se refiere a la laminación, decoración en relieve, microsoldadura de granulación, etc. Son típicas de esta cultura grandes máscaras funerarias de oro, a menudo pintadas de rojo representando pintura facial, con los ojos insertos en un contorno en relieve, que decoraban los fardos funerarios. A los inicios de los años 90 Izumi Shimada excavó una serie de tumbas en la zona de Batán Grande: Huaca de la Ventana, Huaca del Oro. El personaje, con el rostro cubierto por una máscara de oro con *ojos de esmeralda y “lágrimas” de resina de algarrobo, iba sepultado en la segunda tumba de la fosa a pozo de 3x3 m y a 12.5 m de profundidad, acompañado de dos niños y dos mujeres y un rico conjunto de más de 50 piezas de oro sistemados en una caja: coronas, cascos, sonajas, etc. En las paredes de la tumba habían nichos para las ofrendas, entre las cuales había una lámina de oro, cristales de cuarzo, perlas de conchas, esmeraldas y otras piedras preciosas.”

El estilo “Sicán” o “Lambayeque” comienza a manifestarse luego de una etapa con  predominio del estilo Wari-Tiwanaku, es decir en el Período Intermedio Tardío. De otro lado, es claro que las formas procedentes del arte Chimú, influyeron decisivamente en estas formas norteñas, en tiempos en que se producían desastres naturales como consecuencia del recurrente fenómeno El Niño. Estilo que, por ahora, se considera que comenzó a gestarse a partir del siglo VIII d.C. La tradición oral, así como los datos transmitidos por las Crónicas, señalan que los portadores originales de esta cultura, llegaron a Lambayeque por mar, conducidos por Naylamp, héroe mítico cuyos sucesores dominarán desde Pacasmayo y sectores del valle de Chicama, hasta Olmos y Motupe, alcanzando Tumbes por el norte. Las estructuras de “El Purgatorio” serían del s. XIII mientras que “Apurlec” puede ser anterior y “Chotuna” correspondería al s. XV, con claras correspondencias con  la decoración de la “Huaca del Arco Iris” de Trujillo. Los muros de varias de sus construcciones traen decoración pintada, representando temas de relatos míticos o históricos regionales; las masivas construcciones piramidales de la época se observan en “Batán Grande” (Poma o Sicán), Apurlec, Colluz, Collique, Huaca Chotuna, Túcume, Saltur, etc. y es probable que algunos de los edificios del valle de Chicama estén relacionados con los lambayecanos. Apurlec es un alarde de dominio de la ingeniería hidráulica, con canales y estanques rectangulares, que reflejaban originalmente las altas pirámides escalonadas de los varios templos. En las pinturas murales de “Úcupe” aparecen personajes relacionados con las tradiciones en torno a Naylamp y sus acompañantes.

Durante su desarrollo, los lambayeque recibieron, en diversa entidad y en varias épocas, influencias de otros grupos culturales, cercanos geográficamente, cuya impronta se refleja sobre todo en la cerámica: Cajamarca, Wari-Tiwanaku, Chimú, Inca. Ello da motivo a la aparición, por ejemplo, de una cierta cantidad de tazas o platos apedestalados o de base anillada, con decoración cursiva pintada en el interior de los cuencos, en color marrón sobre todo, sobre el fondo cremoso del alfar, en clara relación con Cajamarca, especialmente hacia el área de Guadalupe, en el valle del Jequetepeque. En momentos del Horizonte Medio, son características las vasijas de forma Lambayeque, pero con decoración pintada, a veces tricolor -blanco, rojo y negro-, que se acercan a los modelos clásicos Wari-Tiwanaku. Con la llegada de los chimús, ocurren alfares que no se diferencian mayormente de los procedentes de los valles de Moche y Chicama de ese tiempo, y, finalmente, a la época Inca corresponden vasos y cántaros de cuello alto y boca acampanada, formas que desaparecerán finalmente ante la cerámica vidriada traída por los hispanos. La alfarería Lambayeque se caracteriza por vasos de cuerpo esferoide, con un soporte en pedestal troncocónico y con dos picos divergentes bastante largos, unidos por un asa puente cintada y curva en la que aparece comúnmente, al centro, y como adorno, una cabeza humana cubierta por un turbante que remata hacia arriba en un apéndice semilunar. El color es, por lo general, gris o negro acerado, de paredes finas y superficie pulida y aún abrillantada. La metalurgia estaba bien desarrollada en términos generales, empleándose las técnicas de laminación, decoración en relieve, micro soldadura, etc. Son características de Lambayeque unas grandes máscaras funerarias laminadas de oro o bronce, a menudo pintadas de rojo por cinabrio, de ojos rasgados, que decoraban los fardos funerarios. A veces los ojos están representados por esmeraldas y con lágrimas de resina de algarrobo, material que también se usó como pegamento para sujetar incrustaciones, por ejemplo; los enterramientos de personajes con tales máscaras funerarias que, con seguridad pertenecían a figuras destacadas de las comunidades de la época, se hacían casi siempre en pozos de 3 x 3 m y hasta de 12.50 m de profundidad, en cuyas paredes se colocaban diversas ofrendas de cerámica, collares de variada composición: semillas, cuentas de metal, etc., láminas de oro: vinchas, pectorales, etc.; perros, llamas y otros elementos más.

El principal centro de culto lambayecano, estuvo en “Batán Grande” (“Pómac”) o Sicán, donde se observa un extenso conjunto de pirámides escalonadas en la margen derecha del río La Leche: “Huaca del Oro”, “Huaca de la Cruz”, “Huaca de los Ingenieros”, “Huaca Botija”, “Huaca Caracol”, “Huaca La Merced”, “Huaca Rodillona”, “Huaca Sontillo”, “Huaca La Ventana”, “Huaca Lucía-Cholope” y otras más. A los momentos iniciales del estilo Lambayeque, corresponderían Chotuna y Chornancap. Pampa Grande, en la confluencia del río Chancay, desde donde parte los ríos Reque y Lambayeque y el canal de Racarumi, parece iniciarse en época Moche pero su uso continuó hasta tiempos posteriores. En Apurlec, a 15 km de Motupe, hay un enorme conjunto de edificios, al pie de un cerro, con construcciones de adobe que llevan un revoque de barro fino. Las murallas son de barro y piedra enmarcando grandes estanques, canales y caminos, superando los 15 km2 de extensión. Datos del radiocarbono 14 parecen señalar que Apurlec inicia sus actividades desde el Horizonte Medio, contemporáneamente a las fases finales de Moche.  “Túcume” (“El Purgatorio” o “La Raya”), se ubica al este de la población actual del mismo nombre, rodeando parcialmente las bases del cerro El Purgatorio, con edificios que alcanzan a más de 10 m de alto, con acceso a la plataforma superior, mediante una larga rampa. Edificios construidos con adobe y barro, de paredes revocadas y pintadas con figuras multicolores. Destacan aquí las huacas “Grande”, “de las Estacas”, “Larga”, “del Mirador”. Las Huacas “Chotuna” y “Chornancap”, cerca de la playa, a 5 km de la caleta de San José, están conformadas por grandes pirámides escalonadas y en su entorno encontramos varios palacios y recintos amurallados. En Chotuna además, aparecen  relieves murales similares a los de la Huaca del Arco Iris de Trujillo. Chornancap trae en cambio, pinturas murales en rojo, amarillo, verde oscuro, verde claro, blanco y negro. En Úcupe, en el valle de Saña, W. Alva descubrió una estructura de adobe, que presenta un muro decorado con pintura, habiéndose diseñado a seis figuras humanas, primando en la colorida pared el rojo y el blanco, repitiéndose el personaje central de la iconografía Lambayeque -con seguridad el mítico Naylamp-, visto de frente y con un regio atuendo señorial.

La mayoría de los ejemplares de objetos áureos de Lambayeque de esta época, que conocemos, provienen de “Batán Grande” (“Sicán”), calculándose que un 90% de las piezas de oro existente en museos y colecciones nacionales y extranjeras son consecuencia de saqueos de tumbas Lambayeque por huaqueros. Se tiene conocimiento de una cierta cantidad de objetos áureos que fueran vendidos en Chile, en la década de 1930. También se ha mencionado, en varias fuentes, que en tiempos del régimen dictatorial del Gral. Benavides, se enviaron paquetes de estos objetos a Adolfo Hitler y a Benito Mussolini, aunque nunca se ha hecho pública la lista de esos bienes alegremente obsequiados a esos funestos personajes europeos. En la Huaca La Ventana se encontró el llamado “Tumi de Íllimo”, que se custodiaba en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología, de donde fue robado y reducido a fragmentos para su comercialización hace algunos años. En las márgenes de Batán Grande se encuentra el cerro “Zápame” de donde proceden muchos otros objetos áureos de la época. Trabajos especializados sobre este material han sido publicados por Gustav Antze, Heather Lechtman, Izumi Shimada, Stephen Epstein y Alan Craig. Los objetos áureos y argentíferos lambayeque fueron trabajados sobre todo con láminas metálicas martilladas al temple y en frío, repujándose figuras sobre una base o molde de madera tallada. Las láminas ornamentadas y recortadas, se doblaban y soldaban para conformar los objetos deseados. Se empleó el alambre para fijar a los objetos principales adornos de menor tamaño, por lo general pequeñas placas discoidales que resonaban al choque. Algunas piezas son huecas, soldándose en dos mitades mediante diversas amalgamas. Una técnica recurrente es la de la cera perdida, lográndose figuras compactas con un molde arcilla, que posibilita copiar el modelo hecho en cera u otro material fundente, que se reemplazaba por el metal fundido. Hay muchos objetos dorados, lo que probablemente indica que no existía mayor disponibilidad del oro, labor lograda mediante la aplicación de una capa delgada del metal áureo, preferentemente sobre superficies de cobre. Para el bañado en oro se empleaba una mezcla de polvo metálico y mercurio, que se evaporaba al fuego, dejando el oro al descubierto en la superficie del objeto.

El mito de origen de la cultura Lambayeque, recogido en el s. XVI por el cronista Miguel Cabello de Balboa, sobre la presencia de una expedición civilizadora presidida por un tal Naylamp, fue transcrito en 1792 por el cura Justo Modesto Rubiños en una versión muy cercana a la primera. Y este relato tiene importancia pues indica que se acompañaba esa misión de un extenso grupo de especialistas en diversos artes y oficios: músico, tejedor, cocinero, barman, etc., en similitud a lo que se señala para Tacaynamo en el área de Trujillo.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)