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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XXXV) – Intermedio Tardio – Costa Central (Teatinos y Huanchos)

Publicado: 2012-10-29

e.2) Teatino

Solo tenemos algunas referencias parciales de esta forma alfarera, hallada sobre todo en Ancón, en el valle del Chancay, en Pasamayo y en el Río Seco, cerca y al pie de Lachay, donde se encuentra el sitio epónimo del estilo. No se conoce arquitectura u otros testimonios de esta forma cultural.  Se presenta en este caso una cerámica muy bien pulida y brillante, de color rojo, que suele mostrar manchas azuladas por la cocción. Las formas preferidas en estas vasijas, son unas botellas de corte similar a las cantimploras actuales, de base plana ovalada, con picos altos que llevan un rudón en la base del gollete, decorado por medio de gruesas y cortas líneas incisas, de formas geométricas; también hay ollas de cuerpo esferoide, base convexa y boca expandida, de labios cortos, con el cuello decorado por gruesas incisiones de formas geométrica, de pequeñas dimensiones, cuidadosamente realizadas, eliminando las rebabas. Sin lugar a dudas, esta forma está emparentada con estilos del Horizonte Medio.

Se considera que sus usuarios y creadores pueden haber sido pueblos de las serranías trashumantes, que usaban las lomas de Lachay en las temporadas oportunas, trayendo a pastar –como hasta ahora lo hacen grupos de pastores de las serranías- a sus ganados, trasladándose con familias y enseres en esos viajes de las alturas hacia el norte del valle del Chancay, en torno al 900 d.C., retornando luego a sus viviendas habituales en la parte alta de las quebradas, para las faenas agrarias de temporada, que posibilitaban la producción de los alimentos para el sostenimiento de las familias en los momentos intermedios entre una y otra etapa, que seguirían los ritmos del clima fundamentalmente, como hasta ahora ocurre en varios puntos del país, en forma similar a lo que sucede con los quebradeños de Chincha que bajan desde San Pedro de Huacarpana, San Juan y hasta de Huancavelica por temporadas, cuando en las alturas predominan los aguaceros que hacen henchir los cauces de los ríos, aguas que permiten regar los deltas de esos conductos acuíferos, retornando luego, gentes y animales, a las alturas cuando se inicia la emporada de invierno en la costa, que traen muy escasas lluvias, viviendo en campamentos rústicos, aunque con ciertas comodidades del mundo moderno: pues han incorporado en su menaje doméstico máquinas de coser, lámparas modernas, bicimotos, radios, televisión, teléfonos portátiles y otros adminículos y enseres más, incluyendo computadoras.

e.3) Huanchos

Durante el Período Intermedio Tardío encontramos en los valles bajos del Rímac, Lurín y Chillón a los Huanchos, limitados a la yunga y la costa, área propicia para el cultivo de frutales, la coca y el maíz, la yuca y ciertos tipos de papas; gentes que empleaban con sabiduría el riego artificial y que construían sus habitaciones fuera del campo laborable, al pie de las elevaciones naturales y por encima de las principales acequias. La mayoría de las construcciones señoriales o ceremoniales de la época, traen paredes de tapial, con techos de esteras y torta liviana de barro y guano que descansan sobre vigas de caña Guayaquil, mientras que las viviendas del común presentan muros de piedras rústicas, cara vista. En las construcciones residenciales se observa una cierta planificación, separándose los sectores habitacionales de las áreas públicas o ceremoniales; las construcciones, para habitación por lo general, y las tumbas también, suelen estar ubicadas en las laderas de los cerros, sobre las acequias mayores o levantadas en terrenos pedregosos no aptos para el cultivo.

En las áreas poblacionales ocupadas por los huanchos, se observa la presencia de productos marinos y serranos, lo que implica un tráfico regular diríamos, sostenido, de bienes que se intercambiaban entre grupos ubicados a altitudes variadas del valle, lo que posibilitó, de otro lado,  el transporte de papas, ocas, quinua, ollucos, lana, carne y hielo desde las alturas, mientras que a esos lugares llegaban el pescado, mariscos, cerámica, frutos y tejidos de algodón, así como el maíz y la coca de las zonas bajas, es decir, podemos comprobar aquí el fenómeno económico-social que ha sido denominado por John Murra como “dominio vertical del territorio”, lo que explicaría la presencia de topónimos de procedencia aymara en el área costeña como Pacasmayo (Paksamayu), Rurin (Lurin), Chucuito y otros más, por ejemplo. Al momento de llegar los Incas al valle del Rímac, grandes sectores de Maranga y Cajamarquilla son abandonados, surgiendo en cambio Huaycán y San Juan de Pariachi, Puruchuca, Huanchihuaylas y otros centros más en el Rímac; Macas, Punchauca y Huanchipuquio en el valle del Chillón; Huaycán de Lurín, además de varias pequeñas unidades habitacionales en los valles del sur de Lima. No se han ubicado mayormente restos de los huanchos en los bordes playeros y podemos suponer que se trataba de grupos serranos, que se introdujeron en la zona al caer la hegemonía del Horizonte Medio, probablemente de lengua aymara, que no conocían la pesca marina. Su cerámica muestra un evidente decaimiento en técnicas y arte, presentando toscas ollas, de asas cintadas, de paredes gruesas y porosas, con poco pulimento en la superficie, aún en las vasijas ceremoniales, por lo general alisadas con trapo; como decoración, aparecen gruesos trazos de pintura violácea o crema y casi siempre traen un adorno en relieve en el tercio superior del cuerpo del alfar, en forma de una serpiente ondulada.

Abundan grandes tinajas destinadas a contener líquido, en forma de pepinos, con listas verticales anchas, alternadas, de colores marrón y crema, a grandes trazos pintados, que imitan seguramente al fresco y acuoso fruto. Es seguramente, un período en el que las aguas de los ríos no llegan con regularidad. La sequía debió ser persistente y se recurrió entonces a ampliar y profundizar los antiguos canales, algunos de los cuales llegan hasta la actualidad: Tingo María, Huatica, Pando, Surco, Magdalena, etc. Hay una angustiosa necesidad de conservar el agua, de allí probablemente la forma y características de estas vasijas; se pudo comprobar un ritual mágico para atraer las aguas: un sapo, envuelto en pancas de maíz, colocado al interior de un gran cántaro, como mensajero de los seres humanos ante los dioses, para conseguir las aguas necesarias que permitieran no perder las cosechas y continuar la vida de las gentes. En las fases finales del arte de los huanchos, hay evidencias de la presencia e influencia Inca, conformándose el denominado estilo Inca Asociado, que se encuentran en los lugares de antigua ocupación Huancho. La arquitectura ceremonial suele estar acompañada de una cierta ornamentación muraria, con remates en forma de gradas que siguen el movimiento natural del suelo en los pies de monte. Hay silos destinados a la conservación de los productos agrarios, circulares o cúbicos, que se tapaban con techos ligeros –de caña, esteras, guano-, ubicados en plataformas. Aparecen batanes colocados cerca de esos depósitos, lo que implica que se molían los granos y los frutos secos, sirviendo además esas plataformas como tendales para el adecuado secado de los productos a ser sometidos a la molienda; los mayores espacio abiertos de este tipo, suelen mostrar en alturas al alcance de las manos, hornacinas triangulares o rectangulares que pudieron haber sido usadas para colocar ofrendas en ciertas ceremonias.

Los edificios aparecen sobre plataformas extendidas a la manera de andenes, en las laderas de los cerros, siguiendo corrientemente las curvas naturales del terreno, que han sido modificadas mediante muretes y rellenos. Estos lugares residenciales servían también como centros de acopio de los bienes, que se continuaron usando durante el Tawantinsuyo e incluso luego de la llegada de los hispanos. Las paredes aprovechan las anfractuosidades del terreno y suelen mostrar cimientos o zapatas de piedra rústica, cara vista, que sostienen rellenos no bien consolidados, de modo tal que se conformaban plataformas  de variada magnitud y relativamente poca alzada. De común se trata de planos rectangulares, que se abren en una sola puerta, a modo de canchas o galpones, dando acceso a corredores y a las áreas públicas de los edificios, en grandes patios, en uno de cuyos extremos se eleva una plataforma recortada por muros que conforman una U invertida, a la que llega mediante una rampa y que presenta dos aforos. Al fondo suelen llevar un poyo bajo para colocar ofrendas o posibilitar cambios de altura de los personajes en relación a un público ubicado en el patio. Esto es, creemos que debe tratarse de un espacio destinado a ceremonias sacralizadas de corte teatral, estando los actores ubicados en el estrado o plataforma alta, personajes actorales que podían cambiar de atuendo rápidamente al salir por un lado de la escena y volver a ella por el otro, con otra caracterización, truco escenográfico que implica un estudio de las posibilidades de la escena que es un avance renacimental notable en desarrollo paralelo en los Andes centrales. Los tejidos se han conservado, por lo general,  en buenas condiciones, especialmente por la ausencia de grandes lluvias en la zona, y se trata de telas de variada calidad rescatadas de los cementerios de la época. Muchas piezas llanas aparecen pintadas al pincel con rojo o rosado, amarillo,  o marrón, con pinturas de origen orgánico: molle, airampo, pepa de palta, cochinilla, huito, hollín. Las técnicas de confección son variadas: bordado, tapicería, doble cara, etc., algunas con adición de plumas o colgantes sonoros –por entrechoque- de pequeñas placas o lentejuelas de metal. Los tejidos burdos se empleaban para amortajar los cadáveres, hechos en algodón blanco, algodón de color marrón, lana de llama, alpaca y también de vicuña, cabellos humanos, fibras de maguey y de totora, que servían además para diversos tipos de utensilios y vestidos.

Los tejidos pintados muestran una fuerte influencia Chimú, especialmente en el caso de un personaje humano visto de frente, con tocado semilunar, que se desplaza dentro de un “estanque”, acompañado de peces, aves, totorales  y otros variados símbolos acuáticos. Como adornos de cabeza aparecen ñañacas y cubrenucas, de tejidos livianos, de algodón marrón claro, vinchas y hondas para sujetar la cabellera, que puede ser artificial, conformando incluso trencillas que caen hasta las corvas, como ocurre entre los actuales taquiles y se usa también por jóvenes mujeres en Mangas, Bolognesi (Áncash). Hay también elaborados tocados de plumas coloridas, con una base de awaska de algodón, de hilo grueso y poco trenzado. Una tela hallada en Huaquerones trae una escenografía en pintura brunácea, sobre algodón blanco, representando fauna marina y un personaje ornitomorfo como navegante de un esquife, con remo al hombro, llevado aparentemente por un cardumen de peces, probablemente ilustrando un mito del que no conocemos su contenido, pero que aparece reiteradamente colocado sobre las telas. Los entierros se conforman con paquetes funerarios, de corte rectangular, conteniendo un cadáver o más, fardos normalmente de tela burda y gruesa, sujetados por una shikra rala, de soguillas de totora, dejando un espacio sin amarres en la parte superior, de común pintado de rojo por achiote o cinabrio. Puede encontrarse también un otro paquete de corte rectangular, de menor tamaño, adicionado hacia arriba, simulando una cabeza humana. Al interior del fardo funerario van varias capas de tejidos, decorados o no, que puede llevar además agujas, cajas de costura hechas de totora y carrizo, mates, ovillos de hilos de algodón de colores y otros objetos pequeños, dando forma cúbico rectangular al paquete. Muchas telas están dobladas y aparecen también capas de algodón en borra, blanco y marrón, hojas de lúcuma, de pacae y otros árboles, probablemente para reducir el fuerte olor exhalado por los difuntos o para deshumedecer los restos colocados en dichos fardos funerarios.

En el núcleo del paquete funerario se encuentra el cadáver de un personaje adulto, por lo común con los huesos limpios, sin residuos de las partes blandas, recompuestos después de su limpieza, tratando de seguir el patrón natural del esqueleto, lo que no siempre se ha conseguido. Las vértebras suelen ir en columna, sujetadas con soguillas de maguey o atravesadas por un vástago de madera o caña de maíz. Casi todos los cadáveres están incompletos y hay errores evidentes en el ordenamiento de las piezas óseas. Incluso hay bastantes fardos sin contenido de cadáver; así en un caso, apareció sólo un diente y un mechón de pelos amarrados; y también se encuentran algunos fardos que no contienen cadáver alguno, aunque aparentemente con todas las características propias de estos adminículos funerarios, como también encontráramos en Ancón, tratándose de enterramientos de aproximadamente la misma edad cronológica de los restos humanos del caso.  En las afueras de los conjuntos habitacionales aparecen piedras de superficie plana, con una serie de hoyos y largas líneas que dividen en grupos a los pocitos. Puede tratarse tanto de planos de campos cultivados, como de las corrientes acuíferas. Casi no se encuentran entierros en el interior de los edificios y se presentan en cambio zonas de sepultura fuera de ese ámbito, con pequeños cuartos de paredes de piedra, donde van los fardos funerarios, con ofrendas al exterior de los paquetes mortuorios.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)