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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XXXVIII) – Horizonte Tardio - Inca

Publicado: 2012-11-13

EL HORIZONTE TARDIO (1,450-1,550 D.C.)

El Incario y su complejo sistema político, económico, administrativo y religioso es el principal y mayor fenómeno cultural y social de esta época en todo el Subcontinente Sudamericano. La impronta del Tahuantinsuyo está presente en este extenso territorio, conformante de  un conjunto de naciones, desde el norte de Argentina y Chile, todo Bolivia, Perú, Ecuador y una parte de Colombia, sobre la columna vertebral de los Andes Centrales, comprendiendo fundamentalmente la sierra y la costa, y muy poco de la Amazonía que, en cambio, casi no presenta huellas de la presencia incaica, salvo algunos relatos de corte mítico, que hablan de las gentes cusqueñas que se adentraron en el área selvática en varias exploraciones, pero no lograron asentar adecuadamente a sus gentes  Para esta época contamos con informaciones procedentes de abundantes testimonios arqueológicos, así como algunos datos proporcionados por latradición oral y las crónicas, escritas por los españoles en los siglos XVI y XVII. Hay también algunos escritos de indígenas y mestizos luego del contacto con los europeos. Algunos de estos documentos son más confiables y creíbles que otros, pero entre todos aportan informaciones más o menos breves, que son de interés evidente no solo para la Historia sino también para los campos del arte y la ciencia en general. Hay, finalmente, mitos, cuentos leyendas, músicas, canciones, poesías y algunos otros elementos culturales que la tradición ha mantenido con mayor o menor adecuación a los tiempos actuales.

Las acciones humanas eran, para los antiguos peruanos, simplemente duplicado y contraparte de lo que sucedía en los espacios siderales. La tierra se entendía por ello como un espejo de lo existente en el Hanan Pacha, concepción dual del universo, que implica una constante retribución del quehacer de los humanos con los poderes superiores, relación que provocaba y dirigía un sentimiento de reciprocidad, de compensaciones mutuas entre los hombres y la naturaleza. El Inca encarnaba a la deidad solar, y su función era conseguir que todos los seres fueran retribuidos por sus esfuerzos en forma parigual. Por otra parte, no dejemos de lado que no hay nada inerte en la mentalidad andina, todo, incluso las rocas y los productos fabricados por los hombres, son seres o entidades vivos. Mita, minca y ayni son las originales instituciones nativas, que conforman las expresiones de la reciprocidad, del trabajo festivo y de la cooperación de la comunidad toda para lograr mejores condiciones de vida para los seres humanos, en armonía con el entorno en el que se vive. En las varias obras de construcción de esta época, se observan edificios pétreos, de acabado notable en los locales de prestigio, con piedras finamente labradas. Se recurre comúnmente a formas trapezoidales en los vanos de puertas, ventanas y hornacinas, muchas veces con doble jamba. Cuando se emplea el adobe, éste suele ser grande, rectangular y pesado, hecho en molde rígido, con mezcla de paja, arena, piedrecitas. Las paredes estaban enlucidas y podían estar pintadas con figuras diversas y en variados colores, o llevaban colgando tapices multicolores. Hay una cierta rigidez en la disposición de las dependencias de los edificios, siguiéndose el patrón cuyo modelo se encuentra, sin duda, en el Cusco. Para Espinoza Soriano: “… El poder inca, es incuestionable, está reflejado en sus realizaciones arquitectónicas, como cualquier interesado puede observar en los restos que quedan en el Cusco, Machupicchu, Vilcashuamán, Huaytará, Tambo Colorado… Tarmatambo, Pachacámac, Huánucopampa y Cochabamba (Leimebamba/ Chachapoyas). Son  moles de piedras poligonales, labradas por sus caras exteriores…”

Debemos tener en cuenta, como lo sostiene Niles, que: “… Gran parte de la arquitectura incaica se diseñó conforme a las necesidades del Estado: cuarteles para alojar a los ejércitos, edificios administrativos para propósitos burocráticos y almacenes para guardar los bienes que recibían como pago de tributos. Las obras de ingeniería del Estado crearon una red de caminos y puentes para el tránsito de personas y bienes, y gracias a la irrigación y al cultivo en terrazas tornaron productivas tierras de escaso valor agrícola. El peso simbólico de esta ‘arquitectura de poder’ debe haber sido enorme: los incas podían disponer de mano de obra para construir monumentos a su capacidad de controlar los recursos y gobernar las tierras… La ciudad de Cuzco fue trazada siguiendo la forma de un puma, animal que simbolizaba la dinastía inca… las representaciones del felino también aparecían en los tronos; así mismo se reproducían en miniatura para realizar ofrendas rituales… en el plano de Cuzco el cuerpo del puma estaría delimitado por calles, muros y canales; su vientre hubiera sido la plaza principal y su cabeza era la fortaleza que dominaba la ciudad…”

La textilería en la época de dominio incaico, presenta tejidos simples y rústicos, de uso común, de lana de llama o de algodón, mientras que las obras de mayor calidad son de hilo de algodón y lana de vicuña o alpaca (chumpi); las prendas de vestir de la nobleza se decoraban con diseños especiales (tocapus), cuyo significado no es muy claro, y donde varios autores (Burns, Victoria de la Jara y otros) han querido ver una especial escritura ideográfica; las fajas para sujetar las prendas del vestido al cuerpo, llevan dibujos mágicos, como por ejemplo el rombo, que significa las cochas, es decir los vasos acuíferos que son, al mismo tiempo, símbolos de la fertilidad, y que son llevados especialmente por las jóvenes doncellas, en unión al culto al agua, el que no está aún estudiado adecuadamente. Hay un evidente dominio tecnológico en la precisión de los paños murarios y en su variada decoración. Se empleó en el vestuario, el unku, especie de camiseta de mangas cortas, que llegaba hasta debajo de las rodillas, el anaco y la lliclla, que todavía siguen en uso entre los campesinos sobre todo. Las varias comunidades de los diversos ámbitos, integrantes del Tahuantinsuyo, usaban distintivos característicos de cada una de ellas, empleados para los tocados o en los adornos del vestido, rasgo identificatorio de su procedencia. La única persona que se destacaba del resto de la comunidad era el Inca, que usaba el color encarnado para su ropaje, vestidos corrientemente decorados con tocapus y que llevaba sobre la cabeza la mascapaicha, especie de turbante de su uso exclusivo. La huara era un pañete de caderas, usado por los varones, de forma rectangular alargada, que se pasaba entre las piernas y se sujetaba a la cintura mediante un huato o cordón anudado, a veces reemplazado por  un fajín que podía estar decorado con coloridas figuras geométricas o llevar flecos en los remates.  Las mujeres usaban de común, una larga camisa, que llegaba hasta los tobillos, denominada anaco, sujetada en los hombros mediante alfileres metálicos (tupus), ceñida a la cintura por fajas decoradas con variados motivos. Algunos grupos portaban la cushma –especialmente en la Amazonía, como se constata hasta la actualidad-, mientras en que otros, sobre todo en la costa norte, empleaban las enaguas y una falda de tipo sarong, abierta a los lados (capuz); sobre la cabeza se llevaba corrientemente la ñañaca o tapa nuca. El peinado femenino solía adornarse con gruesas trenzas que se alargaban muchas veces con cordones de algodón marrón (pisfil) adicionados, a los que hoy se llaman “pardos”, y flores, según la edad, la condición social y el estado de soltería, casada o viuda. Podía encontrarse también grupos que preferían llevar un cuidadoso peinado a base de trencillas que podían coronarse además con coloridas flores y rematar en lazos multicolores, como ocurre con las jóvenes de Mangas, en Áncash, con los varones habitantes de Taquile, y que puede observarse en un personaje que encontráramos en el cementerio de Puruchuco y que se exhibe en Museo de Sitio correspondiente.

El laboreo del cobre, el oro, la plata, el plomo, el bronce, la tumbaga y varias otras aleaciones metálicas, dio por resultado piezas decoradas mediante labrados en relieve, calados, repujados o conformando figuras escultóricas realistas. El Inca Garcilaso de la Vega y otros cronistas cuentan por ejemplo, que en el Coricancha había un jardín artificial, en el que plantas, aves y personas eran hechos en oro laminado, así como una gran placa que simulaba el sol y que se encontraba en el interior del templo. Muchos de los muros de este templo estaban contrachapados con láminas metálicas, que permitían por ello, el reflejo de la luz solar o de las flamas de las antorchas. Pequeños objetos de metal servían para destacar la condición social de los usuarios. Incluso para limpiarse los oídos se usaban delicadas cucharillas de plata, con el mango esculpido en forma de ave, y se empleaban elegantes pinzas o tiranas metálicas, especialmente para la depilación de barbas y bigotes. El inventario de las piezas conformantes del “rescate” de Atahuallpa no es muy explícito que digamos, pero sin embargo, nos permite conocer la gran variedad y destreza de los orfebres y plateros nativos, que procedían de todos los puntos del Tahuantinsuyo. El trabajo lítico de piezas pequeñas continuó con el uso del alabastro (Piedra de Huamanga y Piedra del Lago), crisocola y esquisto, representándose camélidos, ocarinas de un sonido agudo, illas y conopas, como elementos mágicos para asegurar la fertilidad del ganado autóctono y de los productos de la tierra que se traen en  esas delicadas tallas, que también se hicieron en hueso, amatista, turquesa, lapislázuli y en otras piedras semipreciosas. Arte que continúa, aunque en menor escala que en tiempos prehispánicos e incluso durante el virreinato, habiéndose agregado a partir del encuentro entre los dos mundos, una serie de motivos de ornamentación y representaciones de personajes y situaciones que antes de la presencia de los hispanos no se tenía, adicionándose usos relacionados con formas supersticiosas: santolinos, huacanquis, etc.

La cerámica, de formas y decoración uniforme en todo el territorio durante la época incaica, presenta urpus (aríbalos), queros, platos (chúas), ollas, floreros, cántaros, que pueden mezclarse con algunas características locales, pero siempre con cuellos alargados y boca amplia, la base concluye de común en punta, con asas anchas y cintadas, laterales, con decoración geométrica derivada de las ramas y hojas del molle, así como hojas de helechos o de rombos insertos unos en otros –motivo diamante- en el cuerpo de la vasija que, además, lleva un botón escultórico en el tercio superior del cuerpo, el que puede ser una cabeza de rasgos felínicos y que sirve para sujetar la cuerda que posibilita el traslado de la vasija una vez llena. Los platos suelen traer decoración pintada al interior, con un mango que puede ser escultórico, comúnmente representando una cabeza de ave. El acabado es bueno, alisado y pulido, con la superficie abrillantada. La pintura empleada en la decoración de estos productos, es de color oscuro y se ejecutaba a pincel. El gálibo de las vasijas es elegante, siendo la decoración sobria, sobre el fondo natural del recipiente, de gruesas líneas oscuras a base de rectas, losanges, meandros, etc. En los diseños naturalistas pintados, predominan las formas de la araña, habiendo además figuras de peces, moscas, mariposas, libélulas, en colores negro, blanco y ocre rojo o rojo indio, especialmente en los platos; hay también una forma serpentiforme en barbotina en el tercio superior del cuerpo de algunas vasijas. En áreas de tradición escultórica previa, suelen aparecer vasos escultóricos pero con golletes o decoración de corte incásico, formas pertenecientes a estilos denominados “Inca Asociado”. Aparecen así mismo, vasos ceremoniales de madera, muy decorados, llamados keros, de forma similar a los vasos de cerámica de la época Tiwanaku (Horizonte Medio). Se decoran de común, exteriormente con tallados escenificando rituales religiosos o sociales pintados en variados colores de origen orgánico. Algunos de estos vasos traen incisiones geométricas. Se encuentran ejemplares de estas vasijas, con embutidos coloreados a la encáustica a partir de la Conquista, y taraceados de diversos materiales, y es un vaso cuyo uso perdurará hasta después de la presencia de los europeos.

Las crónicas informan de yachachis, amautas y haravicus, personajes que transmitían los conocimientos, las artes y la historia, sobre todo a la nobleza, tanto cusqueña como provincial. Se relataba en recintos especiales -los Yachayhuasi- los hechos gloriosos del Incario y se solía soslayar los momentos críticos. Se usaba de común, de formas poéticas basadas en la duplicación de textos cada dos líneas, lo que genera una falsa rima en la recitación de los párrafos. El drama Ollantay y las piezas de la “Captura y Muerte del Inca Atahuallpa”, el Uska Paucar y otros, señalan que el teatro era especie escenográfica cultivada sobre todo para temas de carácter histórico, habiendo además canciones de carácter amoroso, festivo, dramático o guerrero, que se ejecutaban al compás de tambores, trompetas, antaras y quenas, siendo las danzas  interpretadas con coreografías sencillas y en largas líneas unisexuales, con cierto contenido erótico. Se relata que se practicaba la cachua, interpretada solo por mujeres, que podían encender los efluvios amorosos de los varones. La capital del Tahuantinsuyo, el Cusco, se convirtió en el centro social, económico, administrativo, artístico, religioso del mundo conocido, allí se concentraron autoridades, comerciantes, sacerdotes, artistas y sabios, de todos los pueblos asimilados al Incario. Se consolidaron así, desde el ombligo del Tahuantinsuyo, los criterios técnicos y estéticos que eran los patrones a seguir por todos los involucrados. Cusco era un fermentario de novedades, productor y receptáculo de modelos prestigiados y cargados de sacralidad, que estaban presentes en todo el territorio andino. Las representaciones escénicas públicas eran constantes, prácticamente en todos los poblados, enseñando especialmente, la historia oficialmente aceptada y depurada conforme lo determinaba el grupo dirigencial, teatro de carácter histórico y sagrado, en el que solía intervenir un buen grupo de participantes de toda comunidad.

No se tiene claro todavía, cómo fueron los inicios del Incario. Los mitos de creación por personajes excepcionales, coinciden claramente en la figura de Manco Cápac, como el primer Inca. Los relatos de la aparición de la pareja fundadora (Manco Cápac y Mama Ocllo), del Lago Titicaca, y el de los Hermanos Ayar, parecen indicar que los primeros gobernantes del Señorío cusqueño, llegaron desde otras tierras, casi con seguridad desde Taipikala o Tiwanaku, a orillas del Titicaca, asentándose en el valle de Acamarca luego de diversos episodios en que se luchó con los antiguos habitantes del valle. Los desarrollos locales cusqueños anteriores a la dominación inca, corresponden a los estilos Chanapata –que debe asignarse al Horizonte Temprano, en torno al 1,000 a.C.-, Waru, que debe pertenecer al Período Intermedio Temprano, mientras que Lucre tiene correspondencias con Tiwanaku y, finalmente, Kilke, cuyas formas se asignan a los comienzos mismos del Tawantinsuyo. Por las informaciones recogidas tanto por los cronistas como por el trabajo de investigación desarrollado por la Etnohistoria, podemos señalar que el valle cusqueño estuvo ocupado por huallas, poques, lares, antasayas y sawasirays, además de los alcavisas, cuya presencia no está claramente señalada en las fuentes que, por otro lado, concuerdan todas, en señalar que los incas conformaban un grupo exterior al área, que pudo dominar a los antiguos ocupantes del territorio, en lucha abierta contra ellos, o mediante pactos específicos, consolidó las bases de lo que después devendría en el poderoso Tahuantinsuyo, a partir del mítico Manco Cápac. Los datos que poseemos indican que es aproximadamente a partir del 1438, como supone J. Rowe, en que se inicia la expansión incaica, fundamentalmente por obra de Pachacuti Inca Yupanqui (1438-1471) y Túpac Inca Yupanqui (1472-1493), quienes organizaron el estado de el punto de vista administrativo, económico, político y socialmente, creando además una religión centrada en el sol, que se va a imponer en todo el territorio y convirtiendo al Cusco en la capital del reino, el ombligo del mundo.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)