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Cronologia del Antiguo Peru (Parte XXXX) – Horizonte Tardio – Inca

Publicado: 2012-11-22

La lengua aymara presenta una estructura similar al Quechua, hablada desde el norte de Argentina hasta la Meseta del Collao, en relación con el Quechua, pero más gutural en la expresión. Al parecer la mayor expansión de esta lengua se logró con la expansión Wari-Tiwanako, persistiendo numerosos topónimos fuera del área actual de su uso, como podemos encontrar incluso dentro del Departamento de Lima, como Pasamayo, Lurin, Pariacaca, etc. El norte del país presentaba lingüísticamente, otro panorama, pues en Cajamarca se hablaba el Culli, del que quedan solo algunas palabras aisladas, recopiladas por Fernando Silva Santisteban, Waldemar Espinoza Soriano, Roberto Villegas y otros investigadores más. En la sierra de Piura se hablaba el Sec, que pudo ser recogido parcialmente por Brüning, contando con las informaciones proporcionadas por Matilde Borja García de Acha, en Huancabamba. Para la costa norte se menciona además la forma denominada “La Pescadora”, de la que no tenemos mayores datos. Moches y chimús poseían un lenguaje que Jorge Zevallos Qiñones y antes de él, los sacerdotes Ruviños y Andrade y de la Carrera, recogieron parcialmente, señalándonos que era una lengua por completo distinta del Quechua. En el lenguaje, el Runa Simi (Quechua) se impuso en todo el territorio con el avance del Incario, pero no era una lengua general en todo el ámbito del Tahuantinsuyo. La forma cusqueña era practicada por un reducido número de gentes, siendo una lengua relativamente nueva en el sur del país, con variantes dialectales que aparecen en Ayacucho, Áncash y otros puntos del mundo andino. La actual distribución del Quechua se debe mayormente a la política estatal hispana, que consideró a la forma cusqueña como “Lengua General del Perú”, fijándose su gramática en textos lexicográficos, vocabularios e incluso en la cátedra universitaria, como materia obligatoria para los funcionarios que iban a trabajar en administración, adoctrinamiento, cobro de impuestos, impartir justicia, etc. Se le considera hoy al Runa Simi, como lengua desarrollada en el parte central del país, en la sierra de Lima o en el área de Chincha, desde donde se expandió, habiéndose formado, al mismo tiempo que el aymara, a partir del antiguo Kauki que se conserva residualmente en Huarochirí.  En Pasco, Junín y Huancavelica se mantienen los usos de la forma “Huanca”, en proceso de reducción ante el avance, tanto del Castellano como del Quechua ayacuchano. En el área amazónica quedan aún formas lingüísticas no estudiadas o de las que no tenemos una información adecuada, ya que en ese enorme territorio boscoso, hay comunidades que hablan dialectos tupi-guaranís como los shipibos, conibos, cocamas; otras emplean formas caribes: huambisas, ashuales (jíbaros); y otras más, que conservan formas relacionadas con lenguajes arawakos: asháninkas, ese-eje, etc., quedando  aislada la lengua de los witoto, que pareciera proceder del norte del Putumayo, consecuencia de una migración relativamente tardía. La expansión del Quechua produjo la desaparición  de bastantes localismos y fortaleció a la forma surgida en el Cusco. Los españoles, hay que admitirlo, son los responsables de la máxima expansión que logra esta lengua, al considerar que era la mejor manera de comunicarse con los nativos.

Con referencia a la alimentación debemos comenzar con señalar que el dominio vertical del territorio –como lo definiera John Murra-, con sus numerosos ecosistemas ubicados a diversos niveles de altitud, con climas específicos, diversas cualidades y condiciones de las tierras, grado de insolación y mayor o menor presencia de aguas, así como el régimen pluvial específico de cada uno de los sectores, situación que posibilitó una abundante, variada y amplia producción agraria y el desarrollo de la ganadería autóctona del antiguo Perú: maíz (sara), papas, quinua, lagenarias y varias otras cucúrbitas, camotes, maní, frijoles de variado tipo, pallares; lúcuma, papaya, palta, pacae (guaba), guayaba, chirimoya, guanábana, tumbo, sandía, pepino, capulí; caygua, zapallo, achiote, muña, chilche (huacatay), berros, ají (uchu), cañigua, kiwicha, achira, arracacha, mashua, ocas, ollucos, maca, yacón, piña, pituca, tomate, paico. Mientras que el mar proporcionó una amplia gama de productos desde las algas (cochayuyo), hasta una enorme variedad de peces y mamíferos marinos, aves, mariscos y sal. Entre los productos animales, se consumía la carne de cuy, el llama, la alpaca, el guanaco, la vizcacha, el perro. Entre las aves empleadas en la culinaria nativa, encontramos al pavo, la perdiz, el pato y las palomas (urpi). La avanzada tecnología hidráulica que se logró alcanzar, mantuvo bajo cultivo enormes extensiones de terreno, mediante el uso de canales que empleaban el sistema del sifón con gran sabiduría.  Era bastante eficiente también el manejo de las aguas subterráneas, como se constata especialmente en las áreas de Nazca, Chilca, Puente Piedra, Chan Chan y otros lugares más, con presencia de acueductos y hoyas o huachaques, que en parte se conservan en funciones. A partir del Horizonte Medio, el aumento poblacional obligó a ampliar la frontera agraria, construyéndose enormes conjuntos de andenes, equilibrados en los rellenos interiores, detrás de muros de contención que, además eran eficientes defensores del terreno al impedir el deslizamiento de las tierras, a la par que prestaban superficies planas para el cultivo de productos seleccionados por su adaptación a los diversos ecosistemas. Una interesante técnica agraria está relacionada con el empleo de abonos naturales, tal como el guano de las islas, explotado para posibilitar el uso continuo de tierras sometidas a cultivo intensivo, para lo cual se estableció un sistema de explotación del material procedente de las islas guaneras –especialmente las de Chincha- y su distribución adecuada en todo el territorio. Era usual también el empleo de anchovetas para abonar el terreno, proporcionando así valiosos nutrientes a la tierra, especialmente con el cultivo del maíz, y se sabe que se empleaba también el excremento de los auquénidos domésticos, como hasta ahora se acostumbra.

En las comunidades o ayllus  era el consejo de ancianos, en última instancia, el encargado de los procesos legales, de oír los casos y de dictar las sentencias adecuadas a cada uno de los casos juzgados. No existía, evidentemente, un cuerpo permanente de juzgamiento, sino que se instituían los tribunales en las circunstancias que merecieran tal procedimiento. No encontramos para  entonces formalmente, defensor o acusador, y menos un fiscal. El acusado debía actuar por sí mismo en su defensa y era la parte contraria la que debía aportar las pruebas de la culpabilidad del acusado. Se conoce la existencia de cárceles, lo que significa que no siempre se llegaba a sentenciar la última pena. Se menciona a Sancayhuasi, cárcel donde se custodiaba a las gentes en subterráneos oscuros y húmedos. Las descripciones que tenemos señalan cámaras de tortura en las que se arrojaba al sentenciado junto con fierras y alimañas, en sitios despoblados o alejados de las llactas, sin posibilidad de ayuda externa y donde los cautivos eran custodiados por severos mayós. No existían códigos, guiándose las sentencias por la memoria de casos precedentes, es decir, el derecho consuetudinario. Se estima que los tucuyricos podían resolver lo que sucediera dentro de su dependencia. Los procesos eran orales, la autoridad escuchaba a las partes involucradas y a los testigos, cuando los había. El Inca era la cabeza del sistema, quien se basaba para sus conclusiones en la costumbre y cuya naturaleza era coercitiva, funcionando especialmente en las inobservancias de lo dispuesto por los ayllus, los curacas o las ordenanzas del Estado. Se normaba a través de sentencias o frases transmitidas de generación en generación para regular la vida social. Se penaba sobre todo lo que alteraba el statu quo. No se aceptaban violaciones a su derecho ni atentados contra los dioses de los cusqueños o contra los gobernantes, ancianos y acllas, o las amenazas a la marcha económica planteada por el Estado. El derecho local en tanto no se opusiera a los dictados del régimen, se mantuvo, pero el poder de los curacas se disminuyó, dejándoles una jurisdicción limitada, supeditada al control de los tucricos, sin poder aplicar la pena de muerte o mutilaciones corporales. Las puniciones iban desde la simple reprensión, hasta el asolamiento de pueblos enteros. Infringir una disposición se estimaba que era quebrantar una norma sagrada emitida por el Inca. El asesinato de un mitayo, por ejemplo, que redundaba en la merma de la producción, por la pérdida de su trabajo, era severamente castigado, siendo entonces un caso de orden público y no privado. La pena de muerte se aplicaba a los rebeldes, homicidas, adúlteros, hechiceros, envenenadores, sodomitas, estupradores de acllas, mitimaes fugados, la holgazanería y la embriaguez contumaz. Se consideraban atenuantes a las faltas cometidas, la edad, el robo por necesidad, el arrepentimiento; y como agravantes: la reincidencia, alevosía, ventaja, la complicidad voluntaria. A veces se castigaba a toda una parcialidad o a un ayllu, en forma colectiva, en caso de rebeldía pertinaz, envenenadores u homosexuales, disponiéndose ocasionalmente  incluso el arrasamiento de casas, chacras y objetos de los reos, eliminándose de raíz la memoria de los responsables. La culpa de un individuo podía llevar a castigarse a toda su familia, incluyéndose los cadáveres de sus antepasados, cuyas momias se podían quemar como parte del castigo. Las penas estaban en forma evidente, fundamentalmente orientadas a intimidar a los demás.

En cuanto a la educación, podemos decir que era de carácter elitista, con  una enseñanza de corte memorístico. Se conoce la existencia de edificios especiales donde se repartía la instrucción a los nobles cusqueños sobre todo, llamados Yachayhuasi, donde los enseñantes (Yachachis) se escogían por sus experiencias y habilidades para transmitir los conocimientos heredados de las generaciones anteriores. No habiendo escritura, el uso del quipu posibilitó conservar la memoria de ciertos sucesos, especialmente los de carácter histórico. El quipu es un aparato manual constituido por cordoncillos que llevan nudos de variada forma, colocados a diversos niveles a lo largo del hilo, cuyo significado numérico es evidente y que aún podemos encontrarlo en uso por algunas personas, especialmente entre pastores y en el mercado. Los cordones penden de uno más grueso, tenían colores distintos, especialmente los que servían de ayuda mnemotécnica para fijas sucesos y personajes, como varios cronistas comprobaron. Papel educativo cumplía también el teatro, el mismo que incluía danza, música, canto, relaciones declamadas, vestuario de colores específicos, en general una parafernalia que cumplía roles instructivos que alcanzaban, no sólo a los aristócratas estudiantes cusqueños de los Yachayhuasi, sino que llegaban a las grandes masas, como medio informativo de lo que se pretendía dar a conocer por la élite tahuantisuyana. Algunos aspectos de la vida diaria en la época de los Incas, no son adecuadamente conocidos aún, así la posición social de la mujer por ejemplo, no ha sido bien estudiada, lo mismo que la existencia de las llamadas “panacas” lo que implicaría posiblemente la existencia de un cierto predominio femenino, rezagos de un probable antiguo matriarcado, que dio paso a la mayor presencia masculina, lo que permitiría entender el porqué del matrimonio entre hermanos, que perduró hasta finales del Incario. En la panaca –el ayllu imperial- eran las mujeres las que controlaban los bienes y las que mantenían el culto al fundador de la comunidad familiar. Era clara la importancia de las mujeres de más edad, consideradas las más sabias y con las virtudes necesarias para orientar las acciones del gobierno. Había incluso segmentos de la nación en que se mantenía la preeminencia femenina, como parece ser el caso de la Capullana de Piura, lo que significaba que el grupo humano de los tallanes era gobernado por mujeres, que heredaban el mando, poder que en cierta medida se mantiene aún a nivel familiar. Situación que ha venido confirmándose con  hallazgos de personajes femeninos de época Moche, que muestran sus condiciones de gobernantes en el campo político y también en lo religioso, con las adecuaciones del caso, como podemos constatar en alguna medida, en uso actual en Huanchaco, Virú, Guadalupe y otros lugares de la costa norte.

La antigua comunidad campesina: el ayllu, conformada por familias extensas, se modificó en la época incaica, para adicionarle compromisos estatales y religiosos. Hubo de adecuarse al sistema de mita, que exigía contribuciones de corveas a favor del Estado, en la construcción y conservación de caminos y canales, en el cultivo de chacras cuyos productos se guardaban en almacenes (pirhua, colca) estatales, en la fabricación  de tejidos o instrumentos que requería el gobierno central. Sin embargo, se conservó el ideal de la comunidad familiar, así aylluymi significa pariente –real o ficticio- y en ese sentido se mantiene hasta la fecha. Huayna Cápac avanzó con las conquistas hasta Quillasinga, fijando sus fronteras en el río Angasmayo (hoy Carchi), que separa Ecuador de Colombia. Enfermó gravemente en Tomebamba, señalando como su sucesor a Ninan Cuyuche, pero éste también enferma y muere en torno al 1536, probablemente de viruelas, mientras que el Inca falleció poco después. Son los orejones cusqueños que acuerdan entonces, otorgarle el trono a Topa Cusi Huallpa, quien  tomará el nombre de Huáscar. Era hijo de Mama Ragua y de Huayna Cápac, había nacido en Huascarpata, al sur del Cusco e inició su mandato con el reconocimiento de los curacas, y nombrando como su representante (Incaprantin) en Quito a su medio hermano Atahuallpa. Huáscar casó con su hermana Choque Huipa, e inició su reinado sin  mayores conflictos. Emprendió luego una expedición a Pomacocha, al norte de Chachapoyas, con tropas al mando de Chuquisguamán, Tito Atauche y Runto, mientras que Atahualpa incursionaba contra huancavilcas y punaeños, retornando a Quito en triunfo. Manco Inca Yupanqui estuvo encargado de conquistar el valle de Moxos, en momentos que se sublevan en el Cusco Chuquisguamán y Conono, apoyando a Cusi Atauchi. Atahualpa, que cuenta con el apoyo de cayambes, carangues, pastos y otros grupos también se subleva en esas circunstancias. La sublevación de Atahualpa pareciera deberse al ansia de poder de un grupo de guerreros, que hacen que este príncipe se niegue a aceptar una orden de Huáscar, quien confía entonces el mando de las tropas leales al general Atoc, quien  logra batir al rebelde en Mocha, pero en una segunda batalla, en Ambato, Atoc cae en poder de Atahualpa. Los huascaristas se pusieron a órdenes de Huanca Auqui, quien es derrotado en Rumichaca y Mullituro, mientras que Atahualpa conquista las selvas de Quijos, Maspa, Tosta, Casanga y a los yumbos. Huanca Auqui ataca a pacamoros y huambucos, siendo derrotado en las batallas de Callanga y Altos de Huambuco. Los rebeldes, conducidos por Quisquis y Chalcochimac, ganan varias batallas, avanzando Atahualpa hasta Huamachuco, donde destruye el templo de Catequil, develó luego una sublevación en Chachapoyas y retornó hacia Cajamarca,  descansando en los baños termales de Cónoc. Los mitmas de Quito, dirigidos por Quisquis, con apoyo de carangues, cayambes y pastos, avanzaron hasta el Cusco, donde diezmaron a la familia de Huáscar y Túpac Yupanqui, respetando sólo el acllahuasi y el Coricancha. La momia de Túpac Yupanqui fue quemada y Huáscar, capturado en Cotabamba, fue testigo del asesinato de su familia y sus seguidores, cuyos cadáveres se expusieron en el camino de Jaquijaguana al Cusco. Huáscar fue llevado hacia Cajamarca con las manos atadas a la espalda y una soga al cuello, siendo victimado en Andamarca, al suroeste de Huamachuco, y su cadáver se arrojó al río Yanamayo, cuando los españoles ya habían llegado al territorio del Tahuantinsuyo. Pocas semanas después, Atahualpa es ejecutado por los españoles, evitando ser quemado al pagar un extraordinario rescate, cambiando la pena de la hoguera por la del garrote, luego de ser bautizado en julio de 1533, en Cajamarca, enterrándosele en una iglesia pero, por disposición de Quisquis, el cadáver fue retirado de su sepultura y llevado al norte, desconociéndose el lugar exacto del entierro de sus restos. De otro lado, la tradición indígena indica que el Inca fue degollado, como lo estima Guamán Poma de Ayala, el mito de Inkarrí y el Drama de la Prisión y Muerte de Atahualpa.


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Tacaynamo

Arqueologia, Antropologia y Cultura. By Francisco Iriarte Brenner (@firiarteb)